“No
te voy a pedir que me des un beso. Ni que me pidas perdón cuando creo
que lo has hecho mal o que te has equivocado. Tampoco voy a pedirte que
me abraces cuando más lo necesito, o que me invites a cenar el día de
nuestro aniversario.
No te voy a pedir que nos vayamos a recorrer el
mundo, a vivir nuevas experiencias, y mucho menos te voy a pedir que me
des la mano cuando estemos en mitad de esa ciudad. No te voy a pedir que me digas lo guapa que voy, aunque sea mentira, ni que me escribas nada bonito.
Tampoco te voy a pedir que me llames para contarme qué tal te fue la
noche, ni que me digas que me echas de menos. No te voy a pedir que me
rías las gracias, ni que hagas el tonto conmigo cuando mis ánimos están
por los suelos, y por supuesto, no te pediré que me apoyes en mis
decisiones. Tampoco te voy a pedir que me escuches cuando tengo mil
historias que contarte. No te voy a pedir que hagas nada, ni siquiera
que te quedes a mi lado para siempre.
Porque si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero.
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