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domingo, 18 de junio de 2017

Hay personas crueles disfrazadas de buenas personas--ELEKTRA

Hay personas crueles disfrazadas de buenas personas. Son seres que dañan, que agreden mediante un maquiavélico chantaje emocional basado en el temor, la agresión y la culpaAparentan amables bondades tras las cuales se esconden ocultos intereses y profundas frustraciones.
A menudo, suele decirse aquello de que “quien hiere es porque en algún momento de su vida también fue dañado”. Que quien fue lastimado, lastima. Sin embargo, y aunque bajo estas ideas no deja de haber una base verídica, hay otro aspecto que no siempre nos gusta admitir. La maldad existe. Las personas crueles, en ocasiones, disponen de ciertos componentes biológicos que les inclinan hacia determinados comportamientos agresivos.

Las personas crueles y la molécula de la moral

Tal y como hemos señalado, a día de hoy nadie ha podido identificar la existencia del gen de la maldad. Sin embargo, en los últimos años han aumentado los estudios sobre un aspecto fascinante: la llamada “molécula de la moral”. Para comprender mejor qué es esta estructura, nos pondremos en contexto con una historia real. Una historia terrible, que lamentablemente, se da con demasiada frecuencia.
Hans Reiser es un programador estadounidense famoso por haber creado los ficheros ReiserFS. En la actualidad, y desde el 2008, está en la cárcel de Mule Creek por haber asesinado a su esposa. No tuvo reparos en declararse culpable y en revelar dónde había enterrado el cuerpo de Nina Reiser. Como dato curioso cabe comentar que este especialista en programación dispone de una inteligencia prodigiosa, hasta el punto de que inició sus estudios universitarios siendo aún un adolescente.
Después de un juicio rápido y de ser ingresado en la prisión de San Quintín, decidió preparar él mismo su apelación. A través de 5 hojas escritas a mano, argumentó que su cerebro funcionaba de otro modo. Reiser era conocedor de los estudios que se estaban llevando a cabo con la oxitocina y lo utilizó como argumento. Según él, había nacido con ese problema: su cerebro no producía la llamada molécula de la moral. Carecía de empatía.

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