Vi llegar los años como pájaros migrantes,
con tanto gusto los acogí que no quisieron marcharse,
de mis arrugas hicieron sus casas y su abrigo,
ellos sembraron mis canas, como vástagos reverdecidos.
Me parece que fue ayer que ceñiste mi cintura,
y como frutos redondos acariciaste mis senos,
abriste mis muslos corredor de tu aposento,
dejando en mi fugaz inocencia una feliz ruptura.
Eras un niño explorador en selvas vírgenes,
con tu boca en socavones buscabas el tesoro,
guiado por mis manos que revoloteaban de alboroto
y ahogado por la breve muerte de mis besos febriles.
Todo dejó marca, hasta el amor que me diste,
como los años que se multiplicaron en mi frente,
en mi frágil vida
haciendo de mí una mujer diferente.
Miro al espejo y me aterrorizo con el reflejo,
mis escasos años parecen una centena,
soy la alegoría del sufrimiento,
desde que no te tengo alquilo mi rostro a la tristeza.
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