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viernes, 18 de diciembre de 2015

Los siglos se van acumulando en un rincón, junto a mis viejos deseos---ELEKTRA

¿Cuántas noches llevo viviendo ésta vida que no es vida, sino una jauría que no cesa? ¿Cuántas? Ya perdí la cuenta. Los años pasaron dejando un espacio vacío en el calendario, hoja tras hoja, convirtiéndose en números sin significado aparente. Los siglos se van acumulando en un rincón, junto a mis viejos deseos y satisfacciones. Cada año que pasa me convierto en un ser más poderoso, más sanguinario, más solitario y más insatisfecho. Nada me sacia. Ni siquiera me sacia la sangre. Siempre quiero más. Siempre.
No recuerdo los viejos tiempos, cuando era humano, y ni mucho menos soy capaz de recordar el sonido de la voz de mi madre. Lo único que llevo conmigo son las canciones que una vez escuché en la radio, los libros que atesoré en un cajón de mi cómoda y el aroma del café recién hecho. Esas cosas pequeñas. También, como no, los abrazos cálidos de mi compañera y el número de teléfono de la casa familiar, allí donde mi padre siempre estaba merodeando entre los periódicos de primera hora de la mañana.
Son cosas breves, detalles insignificantes, en una época nueva y convulsa que ya no poseen valor, significado o simplemente no satisfacen lo que ahora siento.
¿Cuántos siglos han pasado desde que el ser humano es ganado? No lo sé. No me importa. ¿Importa si acaso que los que eran mis iguales, los que amé y adulé durante años, son sólo carnaza? No. No importa. Dicen que la sangre de animal también es deliciosa, y algunos la están empezando a tomar porque lamentan la muerte de tantos humanos, de tanto ganado similar a nosotros en rasgos. A mí no me importa ni me interesa. Ellos empezaron la guerra, crearon armas nucleares para alimentar su ego, proporcionaron al mundo una contaminación incesante, votaron gobiernos corruptos y dilapidaron dinero en compras inútiles. Yo era como ellos. Era parte de ellos. Pero de eso, sin duda alguna, hace demasiado tiempo y uno olvida...
Anoche salí a caminar. Los nuevos edificios del centro parecen cada vez más altos. De hecho han construido algunas nuevas plantas que poseen un brillo peculiar, una elegancia demasiado moderna, y yo los desecho. Cuando era niño, creo recordar, me gustaban las casas victorianas con sus enormes jardines. Ésto que vivimos, aquí y ahora, son

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