La tristeza no es buena compañera
y desde hoy, vamos a tomar la decisión,
si la encontramos, hemos de cambiar de acera y,
sin volver la vista, ir en otra dirección.
La tristeza no es buena consejera,
nos obliga, en ocasiones, a mirar atrás y,
aunque, a veces, puede parecer sincera,
nos lleva a la depresión en un tris-tras.
La tristeza no es buena profesora,
pues sus lecciones nos enseñan a llorar, y así,
desperdiciamos nuestras horas,
derramando las penas sin cesar.
La felicidad… ¡esa sí que bien nos quiere y,
que poco nos atrevemos a tocar!
Ella sólo suaviza lo que nos hiere y,
nosotros no lo sabemos apreciar.
La felicidad, que muy bien nos aconseja que,
hay que levantarse y caminar,
que nos va deshilachando cada queja,
para que no se nos vuelvan a enredar.
La felicidad puede ser la gran maestra
que nos dé la más sabia de las lecciones:
“Que nunca hay que dejar la vista puesta
en asuntos que no tienen soluciones.
Que mirando siempre al frente, hacia delante,
vamos a descubrir mil cosas bellas”.
Y, como dijo aquel, de gran talante:
“No llores por no poder ver el Sol pues,
las lágrimas te impedirán ver las Estrellas”.
Reflexión:
La
persona que vive en la alegría no necesariamente ha vivido una vida de
rosas. La alegría interna no depende de los acontecimientos que nos han
sucedido. Todos conocemos a personas que han vivido situaciones
difíciles, que son alegres, y a otras que parecen tenerlo todo y, sin
embargo, son tristes y desgraciadas.
La
alegría es energía. Como la alegría es contagiosa, la persona que vive
en la alegría genera alegría a su alrededor, es como un rayo de luz que
ilumina la estancia en la que se encuentra.
Vivir en la alegría no es un don, es una elección. Se aprende y se descubre. No se trata de pintar la vida de rosa, pero tampoco de negro.
Si es tu vida la que no va bien, busca cuáles son las causas, modifica lo que puedas cambiar y acepta lo que no puedes cambiar.
Aunque
quizá no lo creas, es más fácil estar mal que estar bien, dejarse
llevar por los acontecimientos que decidir cómo actuar. Es más fácil
quejarse, aburrirse o abatirse. Es más fácil bajar la montaña que
subirla pero, siempre, la cima está allí arriba.
Cada
cosa que hagas, hazla con toda tu concentración, con toda tu capacidad.
Empieza el día con una sonrisa y hazte consciente de que es un nuevo
día, de que estás plenamente vivo.
Si
tenemos la virtud de ser flexibles y de adaptarnos a las circunstancias
que nos acontecen, encontraremos la solución mejor a los conflictos.
Como dijo el filósofo chino Lao Tsé “La flexibilidad es la vida, la rigidez es la muerte”.
“Cuando la vida te presente mil razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones por las cuales sonreír”.
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