Nos
envuelve la noche con su manto de silencios, caminamos de la mano sin
importarnos donde, despacio absorbiendo las señales que nos manda el
firmamento, estamos alejados de las luces de la tierra y nos envuelve
las luces de la luna y las estrellas, unas nos mandan guiños, otras,
enrojecidas por el paso de tiempo nos mandan melancolía, nosotros les
mandamos unos ojos ávidos que graban en sus retinas vuestra paz.
La
brisa nos acompaña y sentados en una piedra nos miramos y miramos
arriba, allá donde habitan millones de luces en continua expansión y en
nuestra pequeñez y cogidos de la mano regresamos por el camino,
despacio, al lugar que hicimos nuestro nido, llegamos y desde la terraza
nos despedimos de vuestra luz y vuestra compañía.
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